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1ª edición.
«Entran en ese juego, y con ese humor sarcástico están escritos, estos Crímenes ejemplares. Los leo por primera vez; entran perfectamente en el carácter del hombre que conocí. Es decir, tienen esa capacidad de agresión, esa furia de los intolerables, matizada por el humor y por la ironía. Fingiendo una vez más confesiones de otros, o relatos escuchados, representa una realidad por encima de la ficción o de la creación; que describe mucho mejor el tipo y el carácter del insoportable asesinado que el de su asesino que es, naturalmente, ese Max Aub del mal carácter fingido o creado —de personaje de sí mismo— y, con horror, el nuestro, el de los lectores que comprendemos el crimen relatado a veces con cuatro palabras —«No lo hice adrede»— y nunca con demasiadas. Hay un alarde literario en la economía de texto, sin dejar de utilizar todas las voces que necesita; una virtud de expresión. Y un alarde narrativo al colocar una narración, un relato, en poquísimas líneas.»
(del prólogo de Eduardo Haro Tecglen).
1ª edición.
1ª edición.
La historia de la literatura española -igual en esto a la de cualquier otro país- es la historia de una de las fachadas de la nación y la del estilo del edificio total (castrense, eclesiástico y civil) erigido por hombres diversos, de muy distintas procedencias, en la península Ibérica. LLega este primer tomo hasta el momento crucial en el que la literatura española, siguiendo los cauces de su hsitoria, se separa fundamentalmente de las demás europeas (en las que influirá, pero esta misma impronta es prueba de su diferenciación) con el hundimiento de la influencia directa del Renacimiento italiano: es decir, con Cervantes y la última generación de los humanistas de su tiempo.
Max Aub fue escribiendo los Crímenes ejemplares de manera libre y lúdica, trabajando con un potente humor negro y una fuerte irreverencia en cuanto a las formas, este abanico de argumentos frente a lo inaceptable del acto violento llevado al extremo: la aniquilación del otro. El humor descontractura y a la vez da cuenta de la posición de quien lo esgrime. Aun lo sabía y por eso declara: «Me declaro culpable y no quiero ser perdonado. Estos textos –dejo constancia– no tienen sengundas intenciones: puro sentimiento».
En la fuerza que ofrecen estos microrrelatos, lo grotesco del crimen es trabajado a través de la repetición creativa, nunca monótona. Nuevamente Aub ofrece la clave de lectura: «Siempre que pude evité la monotonía, que es otro crimen». Leer, reír y reflexionar son un mismo fruto que madura a través de las páginas de este libro.
Las ilustraciones de Linares dialogan íntimamente con los conceptos más fuertes del libro, trabajada para tal fin con la atinada bicromía del rojo y negro «en rápidos trazos como cuchillazos y manchas que cayeron sobre el papel sin mucha posibilidad de control», tal como el propio Liniers explica.
La afinidad de su posición artística con la de Max Aub se atestigua no solo en las páginas del libro, sino también en trazos de sus propias palabras: «Le tengo pánico al aburrimiento. Prefiero que me odien a generar indiferencia».